Jesús el cordero de Dios

Entender el significado de la frase “Cordero de Dios”
Lo primero que debemos entender es cómo surgieron las ofrendas y los sacrificios entregados a Dios.
Las primeras ofrendas que encontramos desde el Génesis fueron las que trajeron a Dios los dos primeros hijos de Adán y Eva: Caín y Abel. Dice la escritura que “Aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.” (Génesis 4: 3-5)
Dos ofrendas distintas: una producto de la tierra y otra producto de la vida. Recordemos que Caín era el malo y Abel era el bueno. Desde entonces la ofrenda tomada como buena era la de un sacrificio de vida. Aquí es interesante entender que la sangre era sinónimo de expiación, propiciación o vida.
En Levítico 17.11-12 encontramos lo siguiente “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona. Por tanto, he dicho a los hijos de Israel que ninguno de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre”. Aquí encontramos el porqué de tanta sangre derramada; significaba vida derramada, una vida dada en expiación por el pecado. 
¿Qué es el pecado? En religión, es la transgresión de una ley o práctica sagrada, sancionada por la divinidad; basada en una idea de lo bueno y lo malo.
Durante los tiempos del Antiguo Testamento, el modo de obtener el perdón de un pecado se resolvía haciendo ofrendas y sacrificios por el pecado, el cual debía ser pagado con la muerte y se permitía que el pecador usara un animal como sustituto. “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). El libro de Levítico da por sentado que cuando un hombre acude a Dios, no debe ir con las manos vacías.
Es conocido que los israelitas tenían que hacer muchos sacrificios de animales y repetirlos muchas veces en tiempos señalados.  El sistema de sacrificios se basaba en que Dios exigía lo que era perfecto, por ello el que ofrecía ofrenda no se presentaba así mismo, pues no se creí digno y en su lugar entregaban algo perfecto, animales (limpios y sin mancha o tacha) o frutos de subsistencia para él y su familia y entregarlos se convertía verdaderamente en un sacrificio. Por otro lado el que ofrece reconoce que en sus defectos o faltas pierde el derecho de su vida (Romanos 6:23).  Por eso tenía que traer algo para que muriera en su lugar.
Todo esto resaltaba el carácter vergonzoso del pecado.  El derramamiento de sangre indicaba vida sacrificada para expiar el pecado.  Así el israelita aprendía que el pecado trae muerte, y que “casi todo es purificado según la ley con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión (Hebreos 9:22).
La Ofrenda por el Pecado (pecados cometido por ignorancia o debilidad) una ofrenda obligatoria para expiar un pecado podía ser un cordero, un buey, una paloma, etc. dependiendo de la naturaleza del pecado. Esta ofrenda servía para los pecados  por debilidad o capricho, sin intención. No cubría los pecados de presunción en desafío a Dios, o los pecados por rebelión, éstos solo dependían del juicio de Dios. (Levítico 4:1-5:13)
Para obtener el perdón el pecador debía llevar un animal al Tabernáculo (santuario móvil, al estilo de una caseta o taberna pequeña), y en presencia del sacerdote, colocaba sus manos sobre la cabeza de la víctima y así traslada al animal lo que le debía a Diós, reconociendo (confesando) que él merecía morir por su pecado y que él podía ser perdonado con el derramamiento de la sangre (vida) del animal inocente en el altar donde “El altar era la mesa de Dios” (Ezequiel 44:16; 41:22; Malaquías 1:7, 12). Si el pecador era un sacerdote o todo el pueblo, se requería un becerro; si era un príncipe era necesario un macho cabrío  y para cualquier persona se exigía una hembra de las cabras o corderas en sacrificio, en caso de pobreza, el delincuente o pecador podía traer dos tórtolas, y si era pobre en extremo, podía traer una ofrenda de harina (Levítico 5:7, 11). Todo esto dejaba claro los diferentes niveles de responsabilidad ante el pecado. 
La ofrenda por la culpa (pecados cometidos a propósito) era muy similar a la ofrenda por el pecado. El procedimiento y el propósito era el mismo. La vida de la sufriente víctima  era aceptada como un sustituto de la vida y la culpabilidad del ofensor, o sea el animal hacia expiación ante Dios por el individuo. La restitución (que era la reparación o compensación del daño) era dada también por el sacrificio del animal. No sólo el ofrendante tenía que hacer la restitución, sino que debía pagar una multa que equivalía a la quinta parte del daño. El adorador hacía una confesión personal del pecado específico que había cometido (Levítico 5:5) esto daba lugar a una profunda sensación de culpa y de humillación. Dios perdona los pecados, pero hasta donde sea posible, hay que restituir lo dañado o robado.  Una ofensa contra otra persona es un pecado contra Dios también, y hay que resarcir a la persona y pedir el perdón de Dios.  En la restitución al prójimo, Dios se considera uno de los dañados, porque Dios se identifica con su pueblo, de tal manera que hacer daño a uno de los hijos de Dios es dañarlo a Él también. 
Así entonces para llegar a la consagración (entrega a Dios) primero debe ser perdonado el pecado.
Jesús fue el cordero.
Llega un momento en que Dios se cansa del sacrificio y el holocausto porque se perdió la esencia del mismo ya que pasó a hacerse como un hecho repetido que carecía de significado. El sacrificio había sido instituido para estimular la obediencia a Dios pero sin esa obediencia, el sacrificio no valía nada. Así se expresa en 1 Samuel 15:22: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención [es mejor] que el sebo de los carneros”.
Los hombres empezaron a creer que ofreciendo sacrificios podían cometer los pecados que quisieran sin sufrir las consecuencias. Al no ofrecer sus sacrificios con sinceridad y fe, éstos llegaban a ser vacíos y vanos, en otras palabras eran una abominación a Dios.  Eso fue lo que Isaías denunció (Isaías 1:11-20). El pecado ha manchado al hombre a tal grado que no es digno de acercarse a Dios.  Si el hombre ha de vivir con Dios, el pecado tendrá que ser borrado y el corazón limpiado.
Todo el sistema de sacrificios establecido por Dios en el Antiguo Testamento sirvió de base para la venida de Jesucristo, quien es el perfecto sacrificio que Dios proveería como expiación por los pecados de Su pueblo (Romanos 8:3; Hebreos 10).
Más tarde Jesús expresa: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; más me preparaste cuerpo (preparaste mi cuerpo o hiciste apto mi cuerpo). Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí.”
“Quita lo primero (se refiere a sacrificios y ofrendas) para establecer esto último."
El Espíritu Santo dice: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión (perdón) de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
Entonces solo Jesús, santo y sin pecados, puede ofrecerse voluntariamente para llevar sobre sí mismo, nuestros pecados para que pudiéramos tener la justicia perfecta de Dios. El apóstol Pablo dijo: "Él [Dios] lo hizo [Jesucristo], que no conoció pecado por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios (2 Corintios 5:21).
El sacrificio de Cristo es superior a los sacrificios del Antiguo Testamento. Él hizo la voluntad de Dios y nosotros somos purificados del pecado por la ofrenda que Él hizo, una vez y para siempre de su propio cuerpo. (Hebreos  9-10)
Para que los sacerdotes no tuvieran que ofrecer cada año sangre ajena en el tabernáculo Jesús se ofrece como cordero (Hebreos 7:27) para llevar los pecados de muchos y luego resucitar libre de pecados, para salvar a los que le esperan. Así la vida de los que acogen a Jesús no estará  controlada por el pecado sino por la gracia de Dios.
Los hombres bautizados en Cristo Jesús, mueren y son sepultados junto a Él de forma simbólica al ser sumergidos en el agua para resucitar con una nueva vida junto a Él. Así sus vidas no estarán dominadas por el pecado y la muerte sino bajo la gracia de Dios. “Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos 6:23)
Por eso Ezequiel 18 afirma que “el alma que pecare esa morirá”, aquí no se refiere a la muerte del cuerpo conocida y también como “primera muerte” (pues ésta es para todos igualmente)  sino de la segunda, de la muerte espiritual. Sin embargo, Dios da la solución a este problema mediante Jesucristo quien sufre la muerte espiritual que nos correspondería a nosotros. Ahora bien, para recibir la vida eterna, debemos hacer confesión de nuestros pecados y reconocerlos, y convertirnos aceptando la vida y la muerte de Jesús por la nuestra.
Para Dios, no hay tiempo ni espacio. No hay diferencia entre hoy y mañana, para él todo es presente. Hubieron muchos pecados cometidos desde Adán hasta la muerte de Jesucristo, sin embargo, para cancelarlos, fue suficiente un sólo sacrificio efectuado en un sólo día.
Dios dijo: “Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el fin.” Dios ve la totalidad de las cosas, no sólo una parte. Él ve el nacimiento y la muerte como dos acontecimiento a un mismo tiempo. Por ello podemos afirmar que la muerte de Jesucristo en la cruz fue la ofrenda completa y final del pecado.

Esto nos permite acercarnos a Dios poniendo a Cristo como ofrenda, y su sacrificio nos permite obtener la salvación y el acceso directo a la presencia de Dios.  Sin embargo, ahora nos toca a nosotros hacer nuestros propios sacrificios con el fin de agradarle.  Romanos 12:1, dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional”. 
No podemos llegar a Dios si no ha habido un sacrificio.  Nuestros sacrificios ahora ya no consisten en entregar la sangre de animales, sino en algo vivo que involucra a todo nuestro ser.

No hay comentarios: